Sopa de calabaza, con rape al aceite de romero y sus pipas.

Esta sopa toma aires sofisticados si la acompañarse de rape, lo enseñas y lo dices en el enunciado.
Incluída en el especial: Cocina de Castilla y León

Primero, los fracasos en los estudios y en el amor, y después, en el calor del hogar, variadas aventuras y desventuras culinarias, jalonan mis relaciones con las calabazas. Mi biografía junto a ellas se puede resumir en estos episodios:

El arrope de mi madre, esta calabaza en almíbar, después de pasar por la cal viva, me ha acompañado hasta los cuarenta. Y sus pipas saladas y tostadas en el horno.

La “reválida de 4º”, en vísperas de este examen acompañé a mis tíos a sembrar calabazas y coseché una hermosa calabaza, no fue la única en mis estudios de bachillerato.

En el corral, en familia y alegremente “íbamos a cortar el melonar” y un centenar de calabazas terminaban amontonadas en un pajar, romperlas y cacharlas, para el consumo de las vacas, era una pesada obligación cuando lo que me apetecía era estar jugando en la calle o en las eras con la pandilla.

En la adolescencia, me pirraban las chicas, ¡aquellos ilusos, platónicos y fracasados enamoramientos! Tímido, enamoradizo e inconsciente como era, todo quedó en bailes y calabazas.

La cocina materna, no recuerdo consumir calabaza en la casa de mi madre, ni sopas ni purés, ni…, sólo el arrope, que también hacía de sandía y melón.

Un recordado recetario inglés, “El campo en casa” de Linda Burgess, comprado en una librería de lance y ahora “perdido”, en sus hojas, si la memoria no me falla, descubrí la tarta de calabaza, ha varios años ya.

Unos tortelli di zucca, en el pináculo de mis gustos y de los de María pongo esta pasta rellena, los degustamos en un agradable restaurante de Parma, los probé del plato de María, dulces y con sabor a almendra amarga, en los recetarios los busqué y rebusqué hasta que los encontré, y han marcado otras imitaciones: canelones, ñoquis, etc.

Amigas y compañeras de ahora, ¡presumo de ellas!, me regalan calabazas y cidra, que recibo agradecido, porque van acompañadas de afecto, y, por conocido, valoro el esfuerzo del trabajo para su cultivo. Alguna conservo en el trastero durante meses; otras peladas, partidas y congeladas; y el cabello de ángel lo congelo o lo conservo en frasco.

La sopita:

Ingredientes:

  • 400 g de calabaza congelada troceada
  • Pipas de calabaza
  • 100 g de rape, lomo
  • 100 g de gambas, colas
  • Agujas de romero
  • Aceite de oliva virgen extra arbequina
  • Sal
  • Pipas de calabaza

Elaboración:

1. Majar en un mortero las agujas de romero, cubrir con aceite de oliva e infundir durante unos minutos. Colar.

 2. Triturar la calabaza, con sal al gusto, y conseguir la consistencia adecuada añadiendo agua.

 

 3. Trocear en dados el lomo de rape.

4. Saltear en una sartén el rape y las gambas con unas gotas de aceite de oliva. Aliñar el rape y las gambas con aceite de oliva al romero y sal.

 Presentación:

En centro del plato colocar el rape y las gambas según arte. Verter la sopa de calabaza templada. Adornar la superficie con unas gotas de aceite de oliva al romero y media docena de pipas.

 

Notas: la calabaza utilizada es congelada, no la hiervo. Sabe a calabaza.

El rape y las gambas, en lugar de saltear, se pueden hervir unos segundos con las microondas o al vapor.

Puedes utilizar otros mariscos: vieira, langostino, etc.

Incluída en el especial: Cocina de Castilla y León