Por primera vez en mi vida, me he aventurado a preparar unas natillas de huevo de las auténticas. Cuando éramos niños, mi madre nos las preparaba los fines de semana si nos portábamos bien. Y ahora le gusta agasajarme con este delicioso postre cuando voy a casa en vacaciones. Le he pedido la receta y me han salido estupendas aunque, en honor a la verdad, no creí que fuera a suceder así mientras las estaba cocinando. Estas cosas pasan… La primera vez. Os dejo a continuación los ingredientes y luego relataré el proceso de elaboración, con sus trucos y mis dudas…
INGREDIENTES: 4 huevos, una cáscara de limón, una rama de canela, un litro de leche, 4 cucharadas de azúcar, 2 cucharadas de harina de maíz y canela molida para espolvorear.
MODO DE ELABORACIÓN: En primer lugar, es preciso separar las yemas de las claras de los huevos y dividir el litro de leche en dos mitades. En el primer medio litro se disuelven las dos cucharadas de harina de maíz y las cuatro yemas de huevo hasta que quede un preparado completamente uniforme y sin grumos, que se deja reservado. A la segunda mitad de la leche que habíamos dividido se le echa la cáscara de limón, la rama de canela, las 4 cucharadas de azúcar y se pone al fuego. Se remueve un poco con una cuchara de madera y se deja hervir. Cuando rompa el hervor se baja el fuego al mínimo y se le agrega el preparado que teníamos reservado. A fuego lento, se remueve sin parar hasta que el líquido adquiera consistencia. El truco para que las natillas cuajen de forma correcta y no se corten consiste en no permitir que hiervan una segunda vez. La labor requiere un tiempo aproximado de media hora, removiendo sin parar a fuego lento y sin permitir que la mezcla alcance el hervor.
Debo reconocer que en este paso me han entrado las dudas de principiante. Removía y removía y no notaba que el líquido espesara. Tuve que llamar a mi madre para contarle lo que me estaba sucediendo. Ella, tras hacerme el chequeo y cerciorarse de que había utilizado todos los ingredientes de forma correcta, me dijo lo de siempre: “la paciencia, niña, que es la madre de la ciencia. Sigue removiendo, que ya espesará. Sube un poco el fuego si quieres, pero ten mucho cuidado con no dejarlo hervir”, me advirtió. Le hice caso y ocurrió el milagro. Puse el fuego un punto más fuerte, seguí removiendo y, al cabo de un rato, noté que el líquido se espesaba y alcanzaba la consistencia adecuada. Sucedió en el momento en que estaba a punto de hervir, y lo retiré del fuego para que no llegara a hacerlo. Una vez terminadas las natillas se vierten en una fuente y se dejan enfriar.
Cuando se hayan enfriado llega la hora de adornarlas. Para ello se usan las claras de huevo que habíamos separado de las yemas. Hay que batirlas con un tenedor o un batidor de varillas hasta que alcancen el punto de nieve. Una vez conseguido, se cogen cucharadas de este merengue y se forman montañitas blancas sobre la fuente de natillas, tal como aparece en la fotografía que ilustra la receta. Finalmente, se espolvorea el merengue con camela molida.
Se trata de un postre sano, económico y exquisito. Os aseguro que su preparación es muy sencilla. Solo requiere un poco de paciencia. La virtud de los buenos cocineros/as, como suele decir mi madre. ¡Espero que os animéis a prepararlas y las disfrutéis mucho!