Ayer, mientras paseaba a mi perrita, Duna, pasé por la puerta de la pescadería del barrio y se me quedaron los ojos clavados en unos calamares que tenía en la exposición. Eran grandes, frescos y también un poquitín caros, pero ¡qué demonio! Ya nos vamos mereciendo darnos algún homenaje de vez en cuando, así que entré y le pedí uno que pesaba 800 gr.
Cuando me disponía a pagar, me di cuenta de que me había dejado la cartera en casa, y automáticamente, me saltaron unas lágrimas, porque me iba a quedar sin esa preciosidad. Por fortuna, era la pescadería del barrio, donde suelo hacer compra cada vez que me enamoro de alguna pieza de la exposición, y me lo fiaron. Si llega a pasarme algo parecido en Alcampo, o en Carrefour, me quedo sin calamar, claro que también es difícil ver ahí una pieza de las características de las de mi nuevo y efímero amigo.
Tan pronto como llegué a casa, lo saqué de su envoltorio y, después de contemplar su porte, comencé a limpiarlo. Primero le separé la cabeza, junto con los tentáculos, del cuerpo. Acto seguido, le quité la boca y toda la suciedad del interior, guardando las bositas de tinta en un vaso. Le corté los tentáculos y los reservé, igual que el resto de la cabeza, una vez retirados los ojos. A continuación, le separé las aletas y las retiré la piel, separándolas en dos trozos, y por último, me hice con el cuerpo, al que hay que pelar, sacar la pluma y todo lo que tenga en su interior, y darle la vuelta para poder pasarlo por el chorro de agua hasta que quede perfecto.
Ahora que ya está limpio, vamos a proceder con la receta, para la que vamos a necesitar:
Ingredientes
- 1 calamar de unos 600/800 gr. (o un par de ellos más pequeños)
- 2 cebollas de buen tamaño
- 1/4 kg. de tomate triturado
- 1 vaso de vino (los entendidos suelen poner blanco, pero el que yo tenía era un vino excelente de la Ribera del Duero, así que puse ese).
- 250 gr. de arroz
- 1 cucharada de harina
- pimentón de La Vera (picante en este caso)
- sal
- aceite de oliva virgen extra
Preparación
Troceamos el calamar en rodajas como de 1 cm. Y las freímos en un par de cucharadas de aceite de oliva virgen extra, dejándolas tapadas para que vayan soltando parte del agua y se vayan reblandeciendo.
Mientras tanto, picamos la cebolla menuda (en brunoise). Retiramos los calamares, añadimos un poco más de aceite y la freímos a fuego lento, con un poco de sal, durante unos diez o quince minutos, hasta que quede transparente.
Para no aburrirnos en este rato, podemos poner las tintas del calamar en un vaso batidor, junto con el tomate, el vino y una chispa de sal, y batimos hasta que quede completamente negro.
Una vez que la cebolla esté transparente, le añadimos el pimentón, al gusto de cada cual, removemos, le ponemos la cucharada de harina y la cocinamos. Después, añadimos el contenido del vaso batidor y un chorrito de agua, subimos el fuego, y dejamos que el vino pierda el alcohol, es decir unos cinco minutos a fuego fuerte.
Pasamos la batidora por la cazuela y dejamos la cebolla hecha puré muy suave, para que no se noten los trozos.
Metemos las rodajas de calamar, bajamos el fuego y dejamos que cueza durante unos quince minutos a fuego medio-suave.
Ponemos en otro cazo una pizca de aceite y el arroz, removiendo para que se sofría. Le añadimos medio litro de agua y una pizca de sal, y lo dejamos hasta que se seque.
Para servir podemos poner el arroz en un molde y decorar con unas hojitas de perejil.
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