Parece mentira que una idea tan simple, un trozo de plástico relleno de caramelo líquido, haya sobrevivido más de 29 años en un mercado tan cambiante y competitivo. La fórmula es muy simple: un producto barato, popular, imperecedero y muy refrescante.
Los sabores que he podido probar son tres: Cola, Lima y Naranja. La base de los tres es un jarabe con sabor dulce y un toque ácido que hacen más sabroso el hielo congelado del Flax. Hay dos formas de comer un Flax, a “mordiscos” o a la manera tradicional “succionadora”, me quedo con ésta última. La gracia de esta golosina está en la mezcla del hielo y el caramelo cuando se derriten, así que mejor que dejes un rato en tus manos derretir el Flax y chupes el hielo para sacar todo su sabor. Sólo de esta manera entenderemos la verdadera esencia del Flax.
El único “pero” que le podemos poner a esta golosina congelada son sus ingredientes. La mayoría de los elementos que la componen son químicos y muchos contienen los dichosos “E” que no son muy sanos para la salud precisamente. Aún a pesar de este punto en contra, con un consumo moderado podemos seguir disfrutando de Burmar Flax durante las cálidas tardes de verano.
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